domingo, 3 de noviembre de 2013

Paulo Freire



El educador brasileño nació en 1921 en Recife, en el nordeste brasilero, donde vivió una niñez y juventud signada por la premura económica y el contacto con campesinos, y trabajadores de esta región del país. 

A partir de su experiencia en el Movimiento de Cultura Popular, de sus estudios sobre el lenguaje popular y del análisis crítico de la educación brasilera de mediados del siglo XX, Freire creó un método de alfabetización que en la medida en que los iletrados aprendían a leer y escribir, iban dialogando sobre problemas de su realidad y buscando alternativas para transformarlos. 

A pesar de que el texto de Freire data de 1973 constituye, aún en este siglo XXI, una aproximación muy completa a las implicaciones de los procesos de extensión comunicación en las sociedades, especialmente en las sub-desarrolladas, en las cuales ha existido una fuerte tradición de dependencia frente a las naciones industrializadas, que son vistas como paradigmas de desarrollo y tecnología. El problema, por supuesto, no se encuentra en la búsqueda de una independencia, sino en la reflexión acerca de cómo una determinada relación basada en la extensión comporta necesariamente la dependencia y la anomia de una de las partes, esto es, la totalización del pensamiento hegemónico.

Cuando se propone, como lo hace Freire, una nueva forma de entender las relaciones inter-societales e intra-societales, la noción de extensión entra necesariamente en crisis. La extensión nunca podrá considerarse como verdadera comunicación en tanto es una relación vertical: el técnico que tiene el conocimiento es superior al campesino o al agrónomo, porque ellos desconocen todo lo que el primero sabe, lo cual, en términos de competencia internacional, significa no estar a la vanguardia. La comunicación, por el contrario, constituye una interacción basada en la dialogicidad, en un encuentro entre partes, en un mismo nivel, en donde el conocimiento no se transmite de uno a otro, sino que se construye de manera conjunta. En la comunicación se tiene en cuenta que los interlocutores son poseedores de unos saberes y significados propios, y que, como tales, deben comprender y crear una estructura de intercambio y construcción recíproca.

Esta explicación propuesta por Freire para el caso particular de la extensión en agronomía, puede ampliarse a los terrenos de la educación. Las visiones más tradicionales en la escuela tienen como base una extensión del conocimiento, en donde el docente hace las veces de técnico y los estudiantes de agrónomos. Lo que se observa en este punto es el hecho de que apostar por la extensiónno es para nada una casualidad, por el contrario, responde a la necesidad de los grupos hegemónicos de mantener su control sobre el resto de la sociedad: una visión de la educación como construcción participativa de conocimiento desde la libertad y la acción, permite lógicamente, el desentrañamiento de esa realidad e implica la transformación de la misma.


Desarrollar espacios de crítica en la escuela para descubrir y analizar mecanismos de extensión en los medios de comunicación, la educación, la política y, en general, cualquier espacio de la sociedad es el compromiso de los docentes para no permitir que los nuevos ciudadanos sean meros extensionistas, sino verdaderos sujetos transformadores de la realidad. La educación, en este sentido, debe actuar como un proceso constante de liberación del hombre, en donde los individuos se transforman en seres de relaciones con su entorno. A través del diálogo entre maestros y estudiantes como sujetos que están en intercambio, se transforman y crean saberes por medio de una praxis reflexionada.

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