El educador brasileño nació en 1921 en
Recife, en el nordeste brasilero, donde vivió una niñez y juventud signada por
la premura económica y el contacto con campesinos, y trabajadores de esta
región del país.
A partir de su experiencia en el Movimiento de Cultura Popular, de sus
estudios sobre el lenguaje popular y del análisis crítico de la educación
brasilera de mediados del siglo XX, Freire creó un método de alfabetización que
en la medida en que los iletrados aprendían a leer y escribir, iban dialogando
sobre problemas de su realidad y buscando alternativas para transformarlos.
A pesar de que el texto de Freire data
de 1973 constituye, aún en este siglo XXI, una aproximación muy completa a las
implicaciones de los procesos de extensión y comunicación en
las sociedades, especialmente en las sub-desarrolladas, en las cuales ha
existido una fuerte tradición de dependencia frente a las naciones
industrializadas, que son vistas como paradigmas de desarrollo y tecnología. El
problema, por supuesto, no se encuentra en la búsqueda de una independencia,
sino en la reflexión acerca de cómo una determinada relación basada en la extensión comporta
necesariamente la dependencia y la anomia de una de las partes, esto es, la
totalización del pensamiento hegemónico.
Cuando se propone, como lo hace Freire,
una nueva forma de entender las relaciones inter-societales e intra-societales,
la noción de extensión entra necesariamente en crisis. La extensión nunca
podrá considerarse como verdadera comunicación en tanto es una
relación vertical: el técnico que tiene el conocimiento es superior al
campesino o al agrónomo, porque ellos desconocen todo lo que el primero sabe,
lo cual, en términos de competencia internacional, significa no estar a la
vanguardia. La comunicación, por el contrario, constituye una
interacción basada en la dialogicidad, en un encuentro entre partes, en un
mismo nivel, en donde el conocimiento no se transmite de uno a otro, sino que
se construye de manera conjunta. En la comunicación se tiene
en cuenta que los interlocutores son poseedores de unos saberes y significados
propios, y que, como tales, deben comprender y crear una estructura de
intercambio y construcción recíproca.
Esta explicación propuesta por Freire para el caso particular de la extensión en agronomía, puede ampliarse a los terrenos de la educación. Las visiones más tradicionales en la escuela tienen como base una extensión del conocimiento, en donde el docente hace las veces de técnico y los estudiantes de agrónomos. Lo que se observa en este punto es el hecho de que apostar por la extensiónno es para nada una casualidad, por el contrario, responde a la necesidad de los grupos hegemónicos de mantener su control sobre el resto de la sociedad: una visión de la educación como construcción participativa de conocimiento desde la libertad y la acción, permite lógicamente, el desentrañamiento de esa realidad e implica la transformación de la misma.
Esta explicación propuesta por Freire para el caso particular de la extensión en agronomía, puede ampliarse a los terrenos de la educación. Las visiones más tradicionales en la escuela tienen como base una extensión del conocimiento, en donde el docente hace las veces de técnico y los estudiantes de agrónomos. Lo que se observa en este punto es el hecho de que apostar por la extensiónno es para nada una casualidad, por el contrario, responde a la necesidad de los grupos hegemónicos de mantener su control sobre el resto de la sociedad: una visión de la educación como construcción participativa de conocimiento desde la libertad y la acción, permite lógicamente, el desentrañamiento de esa realidad e implica la transformación de la misma.
Desarrollar espacios de crítica en la
escuela para descubrir y analizar mecanismos de extensión en
los medios de comunicación, la educación, la política y, en general, cualquier
espacio de la sociedad es el compromiso de los docentes para no permitir que
los nuevos ciudadanos sean meros extensionistas, sino verdaderos sujetos
transformadores de la realidad. La educación, en este sentido, debe actuar como
un proceso constante de liberación del hombre, en donde los individuos se
transforman en seres de relaciones con su entorno. A través del diálogo entre
maestros y estudiantes como sujetos que están en intercambio, se transforman y
crean saberes por medio de una praxis reflexionada.

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